LA CREATIVIDAD

Como toda facultad humana, la creatividad ha sido estudiada por muchos autores, desde los griegos por ejemplo, “el concepto de creatividad estaba inmerso en el de artista, pues este no crea sus obras sino que imita la realidad, esto es, realiza la mímesis”[1], y a esto se le llamaba creatividad. Más adelante, se consideraba la creatividad como un don Divino, Dios era quien inspiraba solamente a los artistas para sus creaciones. Ya en épocas posteriores, prácticamente hasta el siglo XX, se descubrió que todas las personas son potencialmente creativas y sólo necesitan la estimulación para evidenciarlo.

Vino  luego la caracterización de las personas creativas, ante lo cual Pérez[2] argumenta que existen cuatro niveles de pensamiento que determinan qué tan creativo es un individuo, a saber: Pensamiento divergente, es decir muchas miradas; pensamiento bisociativo que tiene que ver con la separación de un problema en cada una de sus partes; el pensamiento lateral que busca terminar con la unidireccionalidad y, finalmente,  el pensamiento janusiano que implica mirar a la vez en dos direcciones.

Por su parte, Johnson postula algunas características de la personalidad de los sujetos creativos: “femeidad de los intereses, autonomía, dominancia, autoafirmación, facilidad de los recursos, complejidad psicológica…” [3] entre otros.

No obstante, se llega a la conclusión de que la creatividad es una facultad que cualquier ser humano está en capacidad de desarrollar, lo que implica que todos los seres nacen con su porción de creatividad, pero que el desarrollo de ésta depende de la estimulación. Se aclara  además,  que la creatividad  no puede ser enseñada porque tiene que ver con el contexto en el que se formó el individuo y la temprana potenciación de la misma.

Por otro lado, la creatividad ha de diferenciarse de la inteligencia, puesto que la inteligencia tiene que ver con la solución de problemas, mientras que la creatividad se ocupa de la solución,  pero innovadora de los mismos. Así, se puede ser creativo sin ser inteligente y la inteligencia no es sinónimo de creatividad.

En cuanto a la creatividad materializada en lo escrito, según el profesor Libardo Vargas Celemín,  en su texto La Creatividad Literaria[4], existen seis pasos principales para dejar fluir  la creatividad: En primer lugar, se presenta un detonante que se da sin ninguna presión, surge espontáneamente y lo ve quien tiene alta sensibilidad. En segundo lugar, se da la indagación, similar a un proceso de incubación de la idea, son momentos donde se favorece la tensión. En tercer lugar, la iluminación, el momento de fluidez donde las ideas se hacen claras. En cuarto lugar, la corrección y la edición de lo escrito y en quinto y último lugar, la confrontación que se da en dos tiempos: primaria y definitiva.

Por lo anterior, en la actualidad se han conformado diferentes talleres literarios en busca de brindar espacios para aquellos principiantes y apasionados  por las escrituras creativas. Un ejemplo de ello son los Talleres de escrituras Creativas FuenteTaja[5], cuya filosofía es “encontrarse con gente para la que la literatura es algo real, importante” y según los cuales “escribir es un proceso de conocimiento y una forma de enriquecimiento íntimo”. [6] Finalmente, en cuanto a las escrituras creativas expresan “buscamos dar alas a la potencia creativa que toda persona lleva consigo, y que se mantenga más allá de la difusión o el éxito que alcancen los frutos de su trabajo creador. Por ello nos distanciamos de los métodos que abusan de las expectativas de publicación del escritor principiante”.[7]


[1] PEREZ, R.L. (1995) Desarrollos Conceptuales y operacionales de la Creatividad. Santiago de Chile, Universidad Central.
[2] Ibíd.
[3] JOHNSON, M.C. (2006)  www.psicologia-online.com/articulo/2006/creatividad. 16-03-2008.
[4] VARGAS Celemín, Libardo. La Creatividad Literaria.
[5] http://www.fuentetajaliteraria.com/21-04-2011
[6] Ibíd.
[7] Ibíd.